domingo, 17 de enero de 2010

11 ENERO 2010

Hoy es día 11 enero y por tanto llevo 10 días haciendo dieta. La verdad es que ayer estuve a punto de saltármela. Tenía frío, estaba aburrida y no me apetecía pensar lo que podía o debía comer. Al final pude controlar esa cierta apatía que es la causante a menudo de que me plantee si vale la pena tanto sacrificio, ¿por qué no darme un capricho? Aunque también es cierto que tras disfrutar ese placentero desliz me nace el remordimiento de haber hecho algo incorrecto. En definitiva, que en vez de relamerme me entra una amargura que desmejora aún más mi ánimo.
Uno de mis mayores handicaps que hasta ahora no he mencionado es que voy en silla de ruedas y, además de jugar con la desventaja de no poder realizar ningún ejercicio físico, también tengo grandes dificultades para poder pesarme ya que tiene que ser en básculas industriales. Eso significa que pueden pasar muchas semanas antes de poder comprobar los resultados, algo que tampoco motiva demasiado porque en el mejor de los casos la pérdida será paulatina, tan excesivamente lenta que serán muchos los días que volveré a flaquear por no percibir ningún adelanto.
Yo y mi silla, un todo. Pero un todo tan difícil de calcular que a menudo bajar o subir de peso podrá venir determinado por variables tales como la ropa, la retención de líquidos, etc.
Y es la imposibilidad de hacer ningún tipo de ejercicio que hace mucho tiempo deseché las dietas hipocalóricas. El gasto de energía que puedo realizar equivale a poco más que la basal, es decir, la energía que necesita cuerpo para las funciones vitales de manera casi debería morirme de hambre y, lógicamente, ésa no es mi meta. He buscado y buscaré aquellas dietas que rompan con el cómputo obligado de calorías, ya lo he dicho en alguna otra ocasión, y tanto la dieta volumétrica como la del doctor Bolio me han parecido buenas candidatas.
Sin embargo, me interesaría saber cuál ha sido la realidad de otras personas que las hayan probado.
La dieta volumétrica parte de la premisa de que la cantidad de alimentos que ingerimos suele ser diariamente la misma. Ese punto no acabo de tenerlo muy claro. Cuántas veces uno come hasta reventar y si le ponen un postre o algo que le apetezca por delante, pues también se lo come. Muchas veces comemos más por la vista que no por el apetito que tengamos. Es más, siempre he oído hablar que el estómago se da, que cuánto más come uno más se agranda y más hambre tiene. Digamos que en sentido inverso tendríamos el funcionamiento del balón intragástrico, introducir un balón que ocupa espacio en el estómago consiguiendo antes la sensación de saciedad. Según he leído, con el tiempo el paciente se ha adaptado a comer menor cantidad, unido también a una dieta más idónea, por lo que la persona puede seguir perdiendo peso una vez extraído el balón.
Naturalmente comparto la idea de que los alimentos cuanta más cantidad de agua y fibra, sobre todo fibra, mejor para el organismo y además nos ayudarán a tener la sensación de estar llenos. Ahora bien, también los digeriremos rápidamente, despertándose antes nuestro estómago.
Con la del doctor Bolio me sucede algo parecido, comparto plenamente sus deducciones primeras, pero al leer algún ejemplo de sus dietas, se me han suscitado ciertos reparos. ¿Cuáles son? Francamente, poca diferencia le veo con cualquier dieta hipocalórica.

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