sábado, 30 de abril de 2011

LA DIETA DEL YOGA

El yoga es una filosofía práctica, naturalista y que no posee teoría.
Los alimentos que ingerimos van a construir nuestro cuerpo físico, influirán en nuestras emociones, en nuestra conducta, en nuestras y, en nuestros pensamientos, nuestros actos, en nuestra descendencia, en la especie, en todo.
El yoga, palabra que significa unión, nos propone un estado de autointegración, de integración con los demás seres y fuerzas de la naturaleza.
Por ello, el sistema nutricional que acompaña a esta filosofía se basa en la ingesta de alimentos que posean cierta forma de energía biológica que existe la materia viva. Si incorporamos a nuestro organismo alimentos vegetales crudos, estamos brindándole células vegetales vivas con su calidad energética específica. Las plantas asimilan energía solar y la retienen en forma potencial; luego de ingerirlas, el organismo humano utiliza esa energía para sintetizar sustancias orgánicas esenciales, compensando así el propio desgaste celular. Esta bien arcilla reciben el nombre genérico de prána, es básicamente energía solar y se define como cualquier tipo de energía manifestada biológicamente. Puede ser absorbida de la luz, del aire, del agua o de los alimentos.
Si basamos nuestra alimentación en trozo de carne de animales muertos, que además ya ha sido muy transformada por procesos de cocción, incorporamos entonces células muertas, sin ningún tipo de García y que además ya han comenzado un proceso de deterioro que finalizará la putrefacción, generando como consecuencia una alta carga de toxinas en el organismo.
Pero, ¿qué es la energía? La energía es puerta y puede encontrarse dos maneras: una que ese movimiento o acción (cinética) y otra pasiva o latente denominada energía potencial.
Las diferentes formas de energía pueden transformarse en otra pero para ello es necesario un catalizador o transformador. En nuestro organismo es constante este proceso de transformación de un tipo de energía en otro.
Las células reciben un aflujo de sustancias procedentes del ambiente que la rodean y generan una secreción o eliminación de desechos que no son necesarios para ellas. Al recibir estas sustancias nutritivas simples, por el proceso denominado anabolismo, la célula elabora o construye sustancias más complejas, necesarias para la vida celular. Luego, por un proceso denominado catabolismo, esta sustancia se descomponen o destruyen y se libera energía.
Ambos procesos, de extrema complejidad química, constituyen el metabolismo.
Los humanos no podemos vivir saludablemente comiendo exclusivamente paso; tampoco con una dieta absoluta de carnes. En cambio sí podemos vivir perfectamente con un régimen frugívaro que incluya frutas frescas y secas en cantidad y variedad suficiente... si además le sumamos cereales, hortalizas, legumbres, semillas, huevos, a la Dios y todos sus derivados, nos encontramos ante una alimentación variada, nutritiva, saludable, sabrosa y que constituye la tradición nutricional que acompaña al yoga desde sus orígenes.
Las proteínas son elementos de vital importancia para la salud pues se encargan del crecimiento la reparación de los tejidos. Podemos ingerir proteínas vegetales o animales. Lo importante es utilizar proteínas completas, que son las que presentan los aminoácidos esenciales. Pero debemos tener en cuenta que no todas las proteínas son iguales. Las principales diferencias son el valor biológico y la digestibilidad. El valor biológico es la cantidad de proteínas que se retiene para la síntesis metabólica; la digestibilidad es la cantidad de proteínas que absorbe el sistema digestivo.
Durante mucho tiempo se mantuvo la creencia de que las proteínas completas eran exclusivamente de procedencia animal. Este concepto es equivocado, además de que se sabe que presentan serios inconvenientes. En primer lugar, están siempre unidas a las animal, grasas saturadas perjudiciales. Son el elemento básico para formar el colesterol denominado malo y, con ello, incrementar las posibilidades de producir arteriosclerosis.
Las grasas no saturadas provienen de los vegetales, aceitunas, almendras, maní, nueces, etc. su consumo incrementa el llamado colesterol bueno y además promueve la formación de hormonas sexuales y de esteroides.
Las almendras y las nueces contienen 20% cada 100 g, las semillas de girasol contienen un 24% de proteína cada 100 g, las semillas de sésamo un 19%, un yogur de 200 g aportan 50% de las necesidades diarias de proteínas completas.
La mayoría de los elementos indispensables forman parte de los alimentos frescos, vegetales crudos y cereales integrales.
Son las capas exteriores de los granos los que proporcionan los minerales y las fibras. A su vez, en el germen de los granos de cereales se hallan, además de los minerales, las vitaminas, los ácidos linoleicos, a los ácidos grasos y las proteínas esenciales.
Cuando comemos más de lo que quemamos, nuestro cuerpo se encuentra con sustancias con las cuales no sabe qué hacer.
Estadísticas realizadas en poblaciones en las que el consumo de proteínas es mayor a las necesidades diarias muestran gran acumulación de toxinas que generan un verdadero envenenamiento del organismo. Además, el gasto de energía que se produce para eliminar el exceso ingerido, nos quita fuerza, nos debilita y nos dispersa mentalmente.
Por ello es muy recomendable realizar ayunos cortos, de no más de 36 horas, y piezas decorativas consistentes en consumir exclusivamente frutas o verduras crudas durante dos o tres días.
Los órganos requieren descanso.
Durante el ayuno, las toxinas se degradan en energías utilizables del organismo se purifica. El resultado es una limpieza orgánica profunda y una regeneración más rápida de los tejidos. Es durante este proceso cuando el organismo tiene la posibilidad de librarse de los desechos que están incrustados en los tejidos a niveles más profundos. Por ello, los ayunos son más difíciles durante el primer día, en virtud de que la afluencia de mayor cantidad de desechos al torrente sanguíneo genera mareos, náuseas y cierto grado de abatimiento.
Fragmentos extraídos del libro LA DIETA DEL YOGA. SABROSA, NUTRITIVA Y SALUDABLE, escrito por Edgardo Caramella.
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