jueves, 20 de octubre de 2011

EL ESTRÉS: ENEMIGO CONTRA LA PÉRDIDA DE PESO

No es la primera vez que hacemos mención al estrés y la necesidad de comer despacio y con tranquilidad. ¿Cuál es su efecto?
Durante el estrés, el organismo asume automáticamente la respuesta clásica de luchar o huir. Esta función del sistema nervioso central evolucionó con el paso de millones de años hasta convertirse en un mecanismo seguridad que nos protege en situaciones de peligro para la vida.
En los momentos en que se activa la respuesta de estrés, el ritmo cardíaco se acelera, la presión sanguínea aumenta, la respiración va más rápido, y se liberan en el sistema circulatorio las hormonas que ayudan a proporcionar energía inmediata, como la adrenalina, la noradrenalina y el cortisol.
El flujo sanguíneo se desvía del centro del cuerpo hacia la cabeza para poder pensar con rapidez, y a los brazos y las piernas para tener la energía necesaria a la hora de luchar o huir.
Lo más importante es que el sistema digestivo se bloquea. Todas las funciones metabólicas del organismo que tienen que ajustarse expresamente la supervivencia.
Si comemos a toda prisa y con ansiedad, abrumados por el trabajo o comiendo mientras estamos enfadados, etc. nuestro cuerpo no puede distinguir que no se trata de cuestión de vida o muerte, está programado genéticamente para poner en marcha su respuesta de defensa en cuanto cerebro percibe el estrés.
De modo que, si alguna vez comemos en un estado de ansiedad y después tenemos la sensación de que la comida ha quedado paralizado en el estómago, esos lo que realmente sucede. Los alimentos esperan hasta que el cuerpo vuelva su funcionamiento digestivo normal. Es decir, nuestro estado de ánimo también afecta a los alimentos que ingerimos. Se reduce el contenido de enzimas salivales en la boca, la descomposición de las proteínas, grasas y carbohidratos en el estómago se ve perjudicada y la circulación sanguínea al intestino delgado se reduce hasta en cuatro veces, lo que se traduce en una menor asimilación de vitaminas, minerales y otros nutrientes. Por lo tanto, no sólo importa lo que comemos, sino el estado mental en que nos encontramos cuando comemos.
Muchas personas nos quejamos de que a pesar de seguir una dieta no conseguimos adelgazar. En la mayoría de casos puede estar detrás el estrés. Esto se aplica especialmente a los que experimentan el aumento de peso alrededor de las dos, con una producción excesiva de cortisol tiene el efecto de engordar el vientre. La solución sólo pasará por relajarnos para dejar de producir tanto cortisol. Respirar hondo, un poco más de paz y dar la oportunidad a nuestras calorías de quemarse.
El estrés crónico también puede hacer que aumente la producción de insulina, hormonas que hemos mencionado como causante del depósito de grasa en nuestro cuerpo. Ya hemos dicho que el páncreas produce insulina cada vez que hay un rápido aumento de glucosa en sangre. Una de las maneras en que la insulina produce la glucosa en la sangre es al enviar al cuerpo señal de que almacene agresivamente como grasas los carbohidratos consumidos en exceso. La insulina también envía al organismo la señal de que no libere la grasa almacenada.
El estrés crónico de la producción de insulina vinculada con el son especialmente problemáticos en la afección conocida como resistencia a la insulina, en la que los niveles de glucosa en sangre y se mantienen elevados aunque aumente la producción de insulina debido a que las células sobre las que debe actuar esta hormona dejan de responder a ella.
Si además unimos ingestas ricas en carbohidratos que solemos hacer cuando nos sentimos con ansiedad, frustración... facilitamos el aumento de peso.
Según términos médicos, el estrés crónico hace que disminuir la eficacia térmica, o sea, su capacidad de quemar calorías y metabolizar la grasa almacenada.
Otras acciones del estrés, distintas al aumento de peso, la podemos encontrar por ejemplo en los glucocorticoides, una clase de hormonas relacionadas con el estrés entre las que se encuentra el cortisol, que bloquea la asimilación de calcio en los intestinos y limita rigurosamente la cantidad de calcio disponible para el crecimiento óseo. La secreción excesiva de glucocorticoides debido, por ejemplo, al estrés crónico, produce pérdida de calcio en la orina, interfieren el crecimiento y división de las células precursoras especializadas en los extremos de los huesos, e incluso hace que aumente el ritmo descompuesto del tejido óseo.
En definitiva, debemos empezar una dieta sin ningún sentido de culpabilidad y sin imponernos normas. Es completamente contraproducente expresados en relación con la pérdida de peso, pues el mismo estrés hace que uno aumente de peso.

Basado en el libro LA DIETA DEL SOSIEGO (comer por placer, para obtener energía y para adelgazar) , escrito por Marc David .

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