jueves, 8 de julio de 2010

PONER FRENO A TIEMPO

Aunque no he podido pesarme tengo la sensación de haber perdido kilos. No una barbaridad, ya que en mi caso tengo la dificultad de no poder practicar ningún ejercicio, pero diría que sí un par de kilos.
Es cierto que esta vez me lo he tomado en serio e intento consumir la menor cantidad de grasas posibles y, sobre todo, no pruebo el pan ni las patatas.
Digamos que muchos nutricionistas seguro me dirían que en una cantidad pesada sí podría hacerlo. Ya comenté anteriormente que mi guía primordial es la dieta Montignac y, aunque en absoluto estoy de acuerdo con que las patatas son un manjar para los cerdos, algo que leí en uno de sus libros y que me pareció una total aberración, repito, aunque no estoy de acuerdo con esto, prefiero inclinarme por productos que contienen fibra y que además lo permiten en la dieta Montignac.
Durante esta primera época, coincidiendo encima con el calor del estío, aprovecho para saborear todos los productos de temporada, comidas fáciles de preparar y con muy pocas calorías.
En uno de los artículos primeros que escribí sobre cuál era la mejor época para hacer dieta, dejaba entrever que todas son buenas o, mejor dicho, todas son malas porque en todas debemos limitar y privarnos de ciertos caprichos.
Particularmente me doy cuenta que con el frío tengo más sensación de hambre, tengo sobre todo mayor ansieda: me apetece masticar, tomar algo calentito... Veía que si en una telenovela o algún otro programa tomaban algo dulce, ¡qué envidia me daba! Sin embargo, con estos calores no tengo esa sensación, me apetece algo fresquito, no notar el estómago reventando... O quizás también se deba a una mayor mentalización. Durante mucho tiempo no tenía ganas de hacer dieta. Ésa era mi realidad, sabía que comía demasiado y alimentos que no debería consumir diariamente... Y sabía que no lo hacía bien, por eso cada noche, antes de acostarme, hacía propósitos de enmienda. Y a menudo me comportaba en el desayuno pero en el almuerzo, no se me olvidaban esos propósitos, simplemente no quería ni tenía ganas de no comer lo que me apeteciera.
No considero que pueda decirse que coma en exceso pero debo tener en cuenta que no me muevo y eso es un handicap.
Por eso, si tú eres una persona que has engordado quizás en un año 10 kilos, mi consejo es que pongas freno. Coger kilos es muy fácil. Perderlos, no.
Además con el tiempo puede convertirse en un círculo vicioso. Si engordas 10 kilos un año por la causa que sea y no intentas poner remedio, quizás al siguiente engordes otros 10 o 15... Lo único que conseguimos con ello es sobrecargar nuestro cuerpo, nuestra espalda, nuestras piernas... y seguro que cada vez se nos vuelva más pesado tener que movernos y hacer ejercicio. Se entra entonces en esa espiral en la que uno come como siempre pero se mueve menos, y se engorda cada vez más. Y cuánto más se engorda, más le cuesta moverse...
Obviamente, no me refiero a esos cinco o seis o 10 kilos que no hay manera de poder bajarlos. Me refiero más concretamente a aquellos casos que sin control pueden terminar en una obesidad mórbida.
Y cualquiera puede caer en ello, nadie es inmune, aunque es cierto que el metabolismo de cada uno es diferente. Pero no sería la primera vez que una persona como consecuencia de un accidente en el que le escayolen una o las dos piernas y le obligue a permanecer sentado o postrado en una cama, durante un embarazo o la lactancia, un estado de ansiedad provocado por problemas en el trabajo, nuestra vida familiar o 1000 causas más... empiece a engordar cada vez más.
Sería interesante pensar que cuando uno coge peso es por algo. Para conocer ese «algo» tenemos que ser sinceros con nosotros mismos, porque una vez entramos dentro del espiral es difícil, muy difícil salir de ahí.
Es cierto que cada vez la medicina avanza más y existen ciertas técnicas, algunas entrañan más riesgos que otras, pero en todas nuestra cooperación será imprescindible.

No hay comentarios:

Publicar un comentario