sábado, 18 de agosto de 2012

LA ENERGÍA DEL CUERPO HUMANO (PRIMERA PARTE)

Sabemos que cuando comemos, los alimentos nos aportan nutrientes necesarios para el funcionamiento de nuestro cuerpo. Si miramos las tablas nutricionales que suelen aparecer en los productos que compramos, veremos que se indica de de que tiene una composición de % de carbohidratos, % grasa, % proteína, % fibra...
También sabemos que una vez ingeridos, sufren una transformación, descomponiéndose en moléculas más pequeñas para que nuestro cuerpo, nuestras células, obtengan la energía y la materia necesaria para vivir.
Pero, ¿cuál sería el proceso? Por ejemplo, hemos dicho que el cuerpo tiene una pequeña reserva de glucosa en forma de glucógeno, el exceso de hidratos de carbono no utilizados se almacenan como grasa. En realidad no es algo simple, un conjunto de reacciones, catalizadas por enzimas, con vías distintas, en presencia o no de oxígeno, etc., procesos que difícilmente pueden entenderse si no se tienen algunas nociones sobre química orgánica.
Sin embargo, hemos encontrado una explicación relativamente comprensible y que puede servirnos para entender cómo se metabolizan los alimentos. Nos puede ayudar a entender el por qué algunas plantas como la caralluma fimbriata consideran que puede bloquear la formación de grasa.
Los compuestos orgánicos almacena energía en sus estructuras atómicas. Con ayuda de las enzimas, una célula degrada de forma sistemática moléculas orgánicas complejas con energía potencial a otras de menor energía.

Cuando un ser humano absorbe glucosa y otras pequeñas moléculas orgánicas a través del recubrimiento intestinal y su sangre la transporta a todo el cuerpo. El aumento del nivel de glucosa en sangre estimula al páncreas, el cual secreta insulina. Esta hormona estimula a las células para que capten la glucosa más rápido. Las células transforman la glucosa que reciben a glucosa-6- fosfato y así la atrapada dentro de su citoplasma. Sería el primer intermediario activo de la glucólisis.
Cuando la ingesta de glucosa excede de las demandas celulares de energía, los mecanismos de producción de ATP (podemos considerarla como una moneda de energía) se realizan a toda velocidad.
A menos que la célula utilice su ATP con rapidez, la concentración citoplasmático del mismo puede aumentar a niveles muy altos. Cuando eso ocurre, la glucosa-6- fosfato se desvía hacia una vía de biosíntesis. En esta vía, las unidades de glucosa se ensamblan y forman glucógeno, polisacárido de almacenamiento.
Esta vía se ve particularmente favorecida en las células musculares y hepáticas que mantienen las reservas más altas del glucógeno.


Cuando la persona no come, no entra glucosa a su sangre, de modo que su nivel disminuye. Si no se contrarrestara esto, el cerebro sufriría, ya que vive de glucosa. En todo momento, el cerebro capta más de dos terceras partes de la glucosa libre circulación porque sus muchos cientos de millones de células emplean este azúcar exclusivamente como su fuente preferida de energía.
El páncreas responde al descenso de glucosa secretando glucagón. Esta hormona estimula las células hepáticas, que transforman el glucógeno de nuevo a glucosa y lo envían a la sangre. Sólo las células hepáticas hacen esto, pues las musculares no ceden su glucosa. El nivel de glucosa en sangre aumenta, y las células cerebrales continúan funcionando. Por lo tanto, las hormonas controlan que las células del cuerpo utilice la glucosa libre como fuente de energía o la almacenan.
Sin embargo, en los humanos adultos, el glucógeno constituye tan sólo 1% aproximadamente de las reservas totales de energía del organismo, el equivalente energético a dos tazas de pasta cocida. A menos que la persona ingiera alimentos en forma regular, agotará las bajas reservas de glucógeno del hígado en menos de 12 horas.

Fuente bibliográfica: Biología: La unidad y diversidad de la vida, Escrito por Cecie Starr,Ralph Taggart

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